No es ningún secreto, que el primer ministro inglés Sir Winston Churchill era un apasionado de Madeira.

La singularidad de la bahía de Câmara de Lobos fue inmortalizada por Winston Churchill en enero de 1950, cuando instaló su caballete en el mirador de Espírito Santo frente al mar.

Hoy, se le recuerda con una estatua en la entrada del hotel Pestana Churchill Bay, que es de parada obligada para todo viajero. Nosotros la visitamos un miércoles de febrero por la tarde, sin colas ni gente esperando. Tener la estatua toda para mí fue casi como poder hablar con él. Y es que, como siempre digo, viajar no solo es moverse a través del espacio, es moverse a través del tiempo, los personajes, las almas y tantísimas cosas más.

Después de más de setenta años, el paisaje de Madeira ha cambiado significativamente, pero el pintoresco encanto de esta pequeña cala ha permanecido prácticamente inalterado.

No es casualidad que todos los itinerarios incluyan una visita a la bahía de Câmara de Lobos. La sensación es similar a la de estar paseando por un pequeño pueblo junto al mar, con calles salpicadas de acogedores bares, restaurantes que sirven delicias tradicionales e incluso una capilla.

La belleza de este paisaje se ve realzada por los coloridos barcos de pesca, las famosas xavelhas  madeirenses, que ondean en el azul del mar. 

Allí puedes probar la poncha más auténtica su visita con la tradicional o, si tienes hambre, como nos pasó a nosotros, degustar las famosas lapas con la certeza de que tes encuentra en uno de los escenarios más auténticos de la vida cotidiana de Madeira.